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martes, 9 de abril de 2013

A QUE SABE EL FRACASO?

Para la gran mayoría el solo hecho de pronunciar esa palabra produce desazón.... "fracaso" ...mal rollo...
Pero....nos hemos parado alguna vez a pensar cómo es en sí? Evidentemente no se trata de una práctica masoquista, ni de regodearse en el fango, sería como un análisis lo más frío posible sobre los mecanismos de esa temida palabra.
"El fracaso", " un fracaso" no es algo concreto, objetivo, que se pueda medir; se refiere más bien a una sensación subjetiva y como tal debe ser analizada.
Existe por que se le compara con algo, con alguna situación que se supone debiera haber sido la que se esperaba, la que hubiera provocado una reacción contraria a la que sentimos en esa derrota. 
El mecanismo es sencillo, marcamos una expectativa (que puede o no formularse de modo válido) y siempre partiendo de la base de que está bien hecha, calificamos o no el resultado como bueno o fracaso. Esto es igual de correcto si el resultado de nuestra encrucijada depende más de terceros que de nosotros mismos.
Llega el momento pozo, la cagamos, es entonces cuando se nos queda esa cara de pánfil@, se nos afloja todo, bajamos la cabeza y fruncimos el ceño. Cayendo entonces en ese estado mezcla de desmotivación, frustración, cierta melancolía, decepción y el sentimiento de si podíamos haber hecho algo más para evitar ese fatídico final. No sabe dulce, tampoco salado y a cuando nos damos de bruces con él, parece que algo como un pinchazo dentro de la cabeza nos deja aturdidos,  parecemos durante un lapso indeterminado un ánima errante. 
El estómago se contrae y la rabia contenida nos quema ya definitivamente.
Nos rascamos el cogote, como queriendo sacudirnos pronto de tanta pesadez mental y así andamos, hasta que normalmente la gripe del castañazo termina cediendo...
Hay algo bueno en todo esto? A priori podría parecer que no... falso -Si lo hay. Todo ese bajonazo repentino, esa vuelta al mundo real provoca también cierta sensación de alivio...¿?
Cuando depositamos expectativas en algo, hay una tensión acumulada, en tanto en cuanto estamos esperando esos resultados, esa incertidumbre puede ser aún más nefasta que la propia caída a los abismos.
Vale hemos fracasado... pero ya no hay incertidumbre, duda, ahora ya sabemos que no funcionó...entonces sobreviene cierto alivio. 
Lo peor es el problema en sí, la incertidumbre, no su conclusión. Me viene a la cabeza ese proverbio chino que dice: "si un problema tiene solución no hace falta preocuparse, y si no la tiene preocuparse no sirve de nada", evidentemente si no hay salida ya no es un problema, deja de ser una expectativa; asumimos que no está a nuestro alcance.
Acabamos de matar la hidra de un plumazo, ese bicho de siete cabezas al que tanto temíamos.
Valoramos mal la posibilidad de un final feliz o simplemente ese final era muy poco probable.
De los guantazos si son grandes se suelen sacar bastantes lecciones, si todo va como debe nos sirven para valorar futuras situaciones de modo más realista, y cuando uno emerge de las cloacas cual ave Fenix, se da cuenta de que sus energías se encuentran en cierto modo renovadas.
Así que amig@s no tengamos miedo al fracaso y sus secuelas, pues se suele salir con no demasiados rasguños... el miedo, la incertidumbre, la duda, sí son enemigos a combatir a fuego.
Hay que apostar, hay que arriesgar, se vive sólo una vez, hay que jugársela, caer cien veces y volver a levantarse...
 por que de un fracaso o muchos se sale, pero en el miedo paralizante y la duda nos podemos tirar media vida y eso ... eso si que es imperdonable....

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