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martes, 5 de marzo de 2013

LOS INQUILINOS DEL BANCO



Pedro salió al garaje a la misma hora de todos los días, le dió al mando del coche y el "bip bip" resonó con eco. Camino del trabajo iba tranquilo, repasando mentalmente algunas cosas pendientes. Tenía suerte, hace un año su pareja Lucía y él se metieron en un piso fabuloso, además por entonces se pudo permitir su viejo capricho: un flamante Audi 4 que se deslizaba como si fuera un colchón de aire.
Aunque ahora estaba algo preocupado, su pareja justo ayer perdió su trabajo; pese a no tener hijos tendrían que ajustarse algo más y bueno, el renunciar a su nuevo "juguete" para cambiarlo por otro más pequeño y práctico.
Lo importante era la ilusión de su nuevo piso y que el gran esfuerzo que estaban haciendo los dos merecía la pena.
Hoy es viernes justo el día de la reunión semanal con la directiva, trago nada agradable pero no difícil, habida cuenta de que Pedro y su equipo venían cumpliendo con los objetivos pese a la que estaba cayendo.
Al entrar en la sala supo que algo andaba mal, cuando la mayoría de los presentes evitaban mirarle directamente como si fuera un apestado.
Casi como en una pesadilla y como con una boina en la cabeza estaba en su despacho, recogiendo sus cosas en una caja de cartón, acompañado tan solo de las tres personas que hasta hoy estaban bajo su cargo.
 En silencio le ayudaban a recoger todo. Fueron esas personas las únicas que le dieron un apretón de manos y un abrazo con el semblante serio. El resto de la planta parecía desierto.
Todavía resonaban en su cabeza los motivos, "eres un buen colaborador, pero hemos decidido buscar otra persona con un perfil mas adaptado a los retos futuros".
Traducido al castellano corriente: "de nada han servido tus resultados, ni que tu y tu equipo aceptarais hace poco una rebaja salarial, ni las horas regaladas; llevas 18 años en la empresa y por tu sueldo podemos meter dos tíos recién titulados con sueldo de pizzero."
No quería volver a casa aún, bastante preocupación tenía ella ahora como para decirle que él también había perdido su empleo. A sus cuarenta y siete años el volver a trabajar se le antojaba labor imposible.
Cogió su maletín y se sentó resoplando en un banco bajo un chopo. Sacó el portátil para matar el rato, al rato se acercó un hombre; abrigo largo y sucio, sombrero arrugado, mas o menos de su edad y con un brick de vino barato en la mano. Le hizo una seña como preguntando si le importaba que se sentara, Pedro se encogió de hombros dándole a entender que le daba igual. Y allí en silencio estuvo hasta su teórica hora de salida del trabajo.
Lucía se mostraba tranquila, le comentó que había encontrado un comprador para el coche y que no perderían mucho dinero. Por segunda vez había cambiado los muebles de sitio, la ilusión por su nueva morada suplía su frustración tras dos meses sin trabajo.
Es lunes, él cogió de nuevo el coche y lo aparcó cerca de su "nuevo" trabajo. Se lo diría a Lucía lo antes posible, pero la veía tan ilusionada que quería regalarle algún día más de falsa normalidad, sin ser consciente de lo erróneo de posponer lo inevitable.
En algo más de un año se acabaría la ridícula indemnización, el paro iría mermando y empezarían a acumularse recibos. Perder la casa era solo cuestión de tiempo. Eso le hacía pensar que por unos pocos días bien valía retrasar la noticia, se autoengañaba una vez más.
Al llegar al banco estaba el hombre del abrigo, éste le saludó con la cabeza y Pedro sacó el portátil.
Sin saber muy bien como, al final de esa mañana ambos hablaron un poco, el sin techo se llamaba Abelardo y al final resultó ser un licenciado en derecho al que el destino y la crisis dieron una patada ya hace mucho.
Antes de irse se acercó a un bar buscando un bocadillo para su nuevo compañero de las mañanas.
Ha pasado más de una semana, él ya conoce de vista a todos los repartidores de la zona, ya sabe de memoria todas las pintadas del banco y los adoquines rotos de los alrededores.
Forman una extraña pareja, el uno con su traje impecable, gabardina y maletín reluciente y el otro con su uniforme de mendigo. Desde hace unos días le lleva algo de dinero, eso todavía se lo puede permitir. 
El "homeless" contaba algo sobre su antigua vida laboral como abogado en una empresa constructora, y de como su negativa en verse implicado en negocios jodidos supuso su despido.
También le ponía al día de todos los trucos para sobrevivir en la calle, no en vano ya llevaba tres años de experiencia demostrada.
Como colocarse los periódicos bajo la ropa para el frío ,qué sitios son mejores para robar comida sin que te vean, qué rincones son más seguros para pasar la noche, qué le dice a los municipales cuando se ponen pesados, donde hacer cola cuando uno quiere ducharse y dormir blando; también le cuenta donde tiene sus encuentros sexuales con Pilar otra "sin techo" compañera suya, bueno y de otros dos....
Eso sí, no hay día que no le reproche a Pedro el hecho de no contar su situación aún. "Cualquier día de estos..." siempre le responde lo mismo.
Hoy al comenzar la "jornada laboral" ha visto el cielo encapotado, así que ha decido que irían a dar una vuelta...se acercaron al que pronto dejaría de ser su coche y los ojos de Abelardo se abrieron como platos mientras se acomodaba en el asiento del copiloto, sin soltar su inseparable brick de vino.
Rodaron con el Audi medio volando, el "sin techo" reía con risa ronca y quebrada mientras sacaba el sombrero por la ventanilla agitándolo como un vaquero en un rodeo. En unos tres cuartos de hora ya estaban en lo alto de la montaña, dejaron el coche junto a un cortado; enfrente las impresionantes cumbres cercanas y abajo el enorme pantano como si fuera un decorado. Abelardo miraba al horizonte con satisfacción y se rascaba la cabeza apurando un pitillo....
-Mes y medio de inquilino del banco, hoy van a la farmacia, parece que su compañero tiene otra vez bronquitis. De camino Pedro mira el smartphone, antes no paraba en todo el día; ya no suena, solo de vez en cuando alguno de sus antiguos subordinados interesándose....
Es la hora de volver a casa, como todos los días se despiden , Abelardo le mira....-Cuando se lo vas a decir? ...- Mañana creo....
De fondo la música del trafico, sirenas, y el ruido del taller cercano....




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